Estrategia adaptativa: aprovechar el agua lluvia
Estrategia adaptativa: aprovechar el agua lluvia
La repetición de eventos climáticos extremos en Mocoa, Puerto Carreño, Inírida y en otros cascos urbanos del país, y la fila de incendios y quemas forestales que arrasan con la biodiversidad, nos lleva a proponer la formulación y puesta en marcha a nivel de localidades, de una política nacional para el aprovechamiento integral del agua lluvia.
El agua que cae de las nubes, la niebla que rodea montañas y el rocío del amanecer son bienes públicos que se pueden utilizar libremente. Las tormentas tropicales son el “Acueducto Celestial” para los raizales de San Andrés y Providencia, el agua recolectada en jagueyes constituye la reserva de alimento para ganado y cultivos de pancoger. En cada región, el aprovechamiento del agua lluvia tiene su propia expresión cultural, sin embargo el Estado colombiano nunca ha reconocido el valor socioambiental y climático de estas prácticas, ni ha ofrecido subsidios ni asesoría técnica para replicar los sistemas a gran escala.
Existe una tradición milenaria y arquitecturas icónicas que han demostrado la eficiencia de estos sistemas en muchas civilizaciones a través de la historia. En el caso de ciudades isleñas con alta densidad poblacional, donde los acuíferos están contaminados por fosas sépticas y los costos de la desalinización dependen del petróleo, los sistemas de aprovechamiento de la lluvia son la salida. Los insulares pueden dar cátedra de cómo aprovechar cada gota y cómo esta es parte esencial de su cultura ancestral. Los techos recogen el agua y las cisternas cerradas con llave por las mujeres, son parte integral de la arquitectura isleña, adaptada al régimen climático caribeño.
En muchas ciudades del mundo, el aprovechamiento de la lluvia ya es parte integral de las políticas climáticas y de desarrollo urbano, por ser parte de las estrategias adaptativas a la variabilidad del clima. En Colombia, poner en marcha una política urbana para el manejo del agua lluvia sería abordar la prevención del riesgo, de acuerdo con el mandato de la Ley 1523 de abril 24 del 2012, en sus Artículos 2 y 3, los cuales se han quedado entre el tintero.
Si ya existe el marco jurídico, ahora falta la voluntad política. Reglamentar el aprovechamiento multipropósito del agua lluvia en las distintas regiones tropicales permitiría estimular el desarrollo rural integral, mejorando la calidad de vida de las familias, sobre todo de las niñas y mujeres, encargadas de la cocina. A nivel urbano, reglamentar el uso del agua lluvia en todas las nuevas construcciones, estimulando techos verdes, recarga de acuíferos, regulando vertimientos, sería un serio avance en la prevención de inundaciones y en la descarbonizacion de la ciudad. El cumplimiento de la Ley 1523 contribuiría además, a la puesta en escena de acciones locales para el cumplimiento de compromisos del país frente a la comunidad internacional: cumplir con los Objetivos de Desarrollo sostenible ODS, con el Acuerdo de París sobre el Clima y con la meta nacional de reducir emisiones de gases de efecto invernadero en un 20 por ciento al 2030.
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